Compartamiento en cachorros y gatitos jovenes

 
 

La mayoría de los gatos que llegan a la consulta del especialista en problemas de conducta  suele tener una media de dos años, aunque el origen de los problemas se remonta con mucha frecuencia a su etapa de cachorros. Es en las primeras semanas de vida del gatito en las que se establecen los cimientos emocionales y conductuales de su futuro. Resulta indispensable entender las implicaciones de este hecho para garantizarle el mejor comienzo posible en la vida, tanto física como psicológicamente.

Desarrollo físico

0 a 2 semanas
Las respuestas de los gatitos  quedan limitadas a estímulos termales, táctiles y olfativos. Permanecen relativamente inmóviles aunque pueden manifestar un lento movimiento de braceo que les permite moverse en distancias muy cortas. Durante este tiempo y hasta las tres primeras semanas de vida los gatitos son totalmente dependientes de la leche materna para su nutrición y es la madre la que cubre completamente todos y cada uno de sus cuidados. Abrirán los ojos en cualquier momento entre los dos y dieciséis primeros días, aunque lo normal será que lo hagan entre el sexto y décimo. Aproximadamente a las dos semanas de edad empezarán a aparecer los dientes.

3 a 4 semanas
La visión empieza a cobrar protagonismo, permitiendo el movimiento de los gatitos hacia su madre. En la tercera semana empiezan a caminar rudimentariamente lo que, allá por la cuarta semana, les permite desplazarse a distancias prudenciales del nido. En la cuarta semana, igualmente, ya pueden reaccionar con todo su organismo. En ese mismo momento empieza a aparecer la capacidad de enderezar correctamente su cuerpo en plena caída, que se habrá desarrollado del todo en la sexta semana. En condiciones de libertad, la madre empieza a traer presas vivas a sus gatitos a partir de la cuarta semana después del parto. Y es también a las cuatro semanas la edad a la que, generalmente, empiezan a ingerir comida sólida, marcando así el cambio al periodo de destete

5 a 6 semanas
Con cinco semanas los gatitos ya muestran breves episodios de correteo y con seis ya empiezan a hacer uso de todos los movimientos que se encuentran en la locomoción de los adultos. Con cinco meses de vida los gatitos pueden empezar a matar ratones. Conforme va progresando el destete, los gatitos van siendo cada vez más  los responsables de  que todavía existan “ataques” de amamantamiento.
A esa misma edad han desarrollado la eliminación voluntaria y los gatitos ya no dependen de que su madre les lama el perineo para estimular la micción.

7 a 8 semanas
Los gatitos empiezan a mostrar maneras de gato adulto en sus respuestas a los estímulos sociales amenazantes, tanto visuales como olfativos. El destete queda sobradamente completado a las siete semanas  de su nacimiento. Y es en ese mismo momento cuando adquieren la habilidad de termo regularse del mismo modo que un ejemplar adulto.

Otras habilidades motoras más complejas, como pasear a lo largo de una valla estrecha y girar sobre ella, no acaban de desarrollarse del todo hasta las diez u once semanas de vida. La agudeza visual sigue mejorando entre las semanas once a dieciséis. La madurez sexual puede darse a partir de los seis meses de edad (e incluso antes) y la madurez social (gato adulto) en cualquier momento a partir de los dieciocho meses y hasta los cuatro años de edad.

Desarrollo del comportamiento
Mientras se están produciendo todos estos cambios físicos también están recibiendo lecciones emocionales y de comportamiento. El desarrollo del comportamiento depende tanto de la genética como de las influencias del entorno. De hecho, resulta imposible separar la primera de las segundas dado que todas las pautas de comportamiento requieren tanto de los genes como del entorno para poder desarrollarse. Los genes “programan”  al individuo con determinadas pautas instintivas de comportamiento frente a algunas circunstancias.  Después serán las experiencias vitales de cada individuo las que determinen la forma y el grado en el que se expresará esa pauta de comportamiento. Existe con frecuencia una enorme diferencia de sociabilidad y de comportamiento entre individuos de una misma camada que tan sólo puede explicarse por una diferencia en su programación genética, puesto que las influencias del entorno son igualmente nuevas y relativamente constantes para todos y cada uno de los gatitos.

Influencias en el desarrollo del comportamiento

El periodo sensible
El periodo sensible es una franja de edad en la cual es  muy probable que determinados acontecimientos tengan efecto a largo plazo en la personalidad del individuo. En los gatos dicha franja abarca desde las dos a las siete primeras semanas de edad. Las relaciones sociales que el gatito asimilará como familiares se forman en esta etapa, y es en este momento cuando los humanos y otras especies pueden incorporarse a dicho grupo social con objeto de que también reciban el afecto correspondiente.
Este periodo sensible ha sido objeto de muchas investigaciones, así como la cantidad y el tipo de contacto físico requeridos para poder ofrecer a los gatitos un óptimo comienzo. La conclusión de la gran mayoría, por no decir de todos los estudios, es que el hecho de que personas diferentes los manejen durante este periodo tenderá a incrementar su sociabilidad hacia los humanos. Una exposición positiva a determinados elementos del entorno como el ruido, los niños, los perros e incluso los viajes en coche así como el brindarles la oportunidad de explorar diferentes áreas equipará mucho mejor a los gatitos para afrontar su vida en el futuro.
Sin embargo, esto no significa que un individuo privado de tan importante socialización nunca vaya a ser amistoso ni consiga adaptarse a la vida doméstica. Con una adecuada huella genética, las pautas de comportamiento no aprendidas pueden modificarse con el aprendizaje y otros tipos de experiencias posteriores en su desarrollo.

Aprendizaje por observación
Los gatos jóvenes también aprenden muchísimas cosas de sus madres. Los gatos son excelentes aprendices por observación, lo que se traduce en que son capaces de aprender nuevos comportamientos observando las experiencias de sus congéneres.

Nutrición
Existen numerosas formas de influir sobre el comportamiento y la nutrición, por ejemplo, juega un importante papel. Resulta incuestionable que las madres desnutridas traen al mundo gatitos con anomalías conductuales y un desarrollo retardado, lo que incluye pocas habilidades de aprendizaje, comportamientos antisociales hacia otros gatos así como unos niveles anormales de excitación que se traducen en miedo y agresividad. Algunas de estas características pueden ser heredadas por la siguiente generación.

Castración
La castración de los gatos de ambos sexos cerca de la pubertad o en la misma pubertad tiene  una profunda influencia en su comportamiento futuro. Creemos que una castración temprana del macho en esos momentos incrementará, y mucho, la posibilidad de tener una mascota cariñosa que no desarrollará la agresiva territorialidad propia de un macho adulto entero.

Cuidados intensivos
Los cuidados intensivos dispensados durante una enfermedad pueden ser increíblemente efectivos en el incremento de la sociabilidad y la dependencia en gatos previamente independientes.

Gatitos criados con biberón
La crianza a biberón de un gatito puede ser un reto, dado que con frecuencia se pone más énfasis en las necesidades físicas y nutricionales del gatito y no se tienen tan en cuenta su desarrollo emocional y conductual. Los gatos adultos que fueron criados a biberón por los humanos parecen presentar una mayor incidencia de agresividad. Peter Neville ha investigado dicho problema y sugiere que estos resultados responden a un destete  incorrecto, en el que los humanos no han sido capaces de reproducir el comportamiento natural de la madre que frustra a sus gatitos castigando comportamientos anteriormente premiados al acercarse estos a comer. La necesidad de enfrentar las adversidades y el concepto de que la vida puede llegar a ser frustrante resulta imprescindible para su futura supervivencia.

Juego
La experiencia social con el resto de la camada también parece jugar un papel importante en el desarrollo de futuras pautas sociales. Los gatitos que no lo han experimentado pueden llegar a formar lazos sociales, aunque por lo general son más lentos en el aprendizaje de estas pautas sociales que los gatitos educados con normalidad. Los gatitos solitarios tampoco aprenden a inhibir los mordiscos durante el comportamiento de juego, debido a que usan para el mismo  las manos del dueño en lugar de  sus propios hermanos.  Es casi seguro que una persona no podrá llegar a enseñar cuáles son los niveles adecuados de fuerza física de la misma forma que lo haría otro gatito.
El juego social se hace patente hacia las cuatro semanas de edad y sigue aumentando al máximo hasta las doce o catorce semanas que es cuando empieza su declive. A veces, los juegos de lucha pueden desembocar en serios incidentes, especialmente hacia los tres meses de edad. El interés por jugar con objetos suele aparecer cuando la madre empieza a dejarles presas vivas en el nido y los gatitos empiezan a ganar coordinación entre su vista y sus extremidades, lo que les capacita para hacerse con objetos pequeños y móviles entre la séptima y octava semana de vida.
El juego social consiste en imitar comportamientos sociales y predadores. Sin embargo, no hay evidencia alguna que demuestre que el juego contribuya a garantizar un exitoso comportamiento predador en la edad adulta.
Dicho comportamiento parece más bien influenciado por la observación del comportamiento de la madre, por su experiencia con las presas en su etapa de cachorro y posiblemente por la competencia por la presa con el resto de la camada. A pesar de estas  influencias tempranas, la mayoría de los gatos se convierten en cazadores competentes aunque con determinadas preferencias por distintos tipos de presa.

Personalidad
Sería complicado debatir sobre el desarrollo conductual sin tener en cuenta la personalidad. Aunque existe una cierta capacidad básica de respuesta social hacia los humanos, los gatos adultos y los gatitos muestran una considerable variación a título individual en cuanto a su simpatía hacia los humanos, tanto a los de la familia como a los desconocidos, e incluso entre gatitos de una misma camada pueden darse diferencias notables. Uno podrá ser tímido y retraído, otro confiado y se pondrá a explorar la habitación, mientras que un tercero buscará la compañía de los humanos. Las diferentes respuestas a los diversos estímulos sociales y del entorno son las que otorgan a cada gato su personalidad única.
Existen numerosas formas de clasificar el carácter y la personalidad aunque hay dos modelos básicos: excitable/reactivo o lento/tranquilo. Se cree que las causas de las variaciones de excitabilidad y timidez son causadas por diferencias genéticas, como la cantidad de adrenalina liberada al enfrentarse a un reto. Algunas razas se caracterizan por determinado temperamento; los Siameses, por ejemplo, se consideran sociables, afectivos, sensibles y vocalizadores, los Birmanos son dominantes y extrovertidos, los Persas son plácidos. Estas diferencias indican que existe una base heredada.

CASOS PRÁCTICOS
Los siguientes tres casos ilustran los problemas más comunes observados en los gatitos y en los gatos jóvenes por los especialistas del comportamiento animal. La mayor parte de los problemas de conducta parece desarrollarse en el umbral de la edad adulta o en el momento en el que los gatos pueden considerarse socialmente maduros. Este suele ser el momento, por ejemplo, en el que gatos previamente equilibrados se convierten en individuos solitarios que estiman que el hecho de vivir en la intimidad con otros gatos adultos resulta complicado y estresante. La razón por la que no todos los gatos maduros reaccionan de esta misma manera es, probablemente, un ejemplo más de las variaciones en el grado de sociabilidad con sus congéneres. Aquellos problemas observados en el gatito o en el gato joven encubren normalmente un aprendizaje inapropiado o una carencia de socialización temprana.

Caso práctico Nº 1

Morgan - La agresión en el juego

Historial
Morgan es un cruce de Birmano macho de catorce semanas de edad. Procede de una camada de 5 gatitos que vivían en un hogar  y llegó con aproximadamente siete semanas.
Los propietarios son Mike y Jill, viven en  un segundo piso sin acceso al exterior, y no poseen más mascotas.

Problema
Durante sus dos primeras semanas en la nueva casa se mostró retraído y con agresividad defensiva. Pronto mejoró y se volvió cada vez más confiado, investigando a los extraños y los objetos nuevos con interés. El problema empezó a las dos semanas de su llegada a la casa. Morgan empezó a tirarse a las piernas de los humanos que pasaban y a clavar sus uñas durante el juego. Mike, que estaba acostumbrado a los perros, había jugado con él a juegos físicos desde el principio. Dichas actividades incluían utilizar su mano para frotar desordenadamente su barriga, simulando que eran hermanos en una pelea lúdica. Morgan disfrutaba de los juegos interactivos y parecía tener una energía sin igual. Unas semanas previas a la consulta este comportamiento se había intensificado pasando de los arañazos a los mordiscos y se lanzaba, no sólo sobre Mike y Jill, sino sobre cualquier recién llegado al apartamento. Corría a toda velocidad entre  el mobiliario, pasando por encima de cualquier humano al que se le ocurriese estar ahí sentado. Jill parecía ser el principal objetivo de su comportamiento, la había arañado seriamente en varias ocasiones y, como resultado, reaccionaba defendiéndose de los “ataques”.

Causa
Morgan era un gatito audaz con una tremenda necesidad de estimulación y había aprendido (fruto de sus juegos físicos con Mike) a utilizar a sus compañeros humanos como hermanos sustitutos para los juegos de lucha y predatorios. Los juegos violentos eran terriblemente excitantes. Justo en el momento en el que los hermanos le habrían ayudado a aprender cómo regular sus mordiscos, tanto devolviéndole el mordisco como interrumpiendo la sesión de juego,  lo que estaba consiguiendo era una reacción de sus propietarios intensamente excitante, que con el tiempo iba reforzando su deseo de mantener dicho comportamiento. La atención de Mike y Jill era gratificante y estimulante por lo que cualquier actividad que provocase una respuesta de sus propietarios, como atacar a los humanos o perseguirlos, se convirtió en una serie de comportamientos aprendidos.
El castigo no resulta efectivo, sobre todo en casos de este tipo. Morgan había dirigido la mayor parte de su juego agresivo hacia Jill porque ella era la que más reaccionaba, lo que le estaba enseñando importantes lecciones, aunque erróneas, sobre cuál era el comportamiento aceptable y gratificante.

Programa de modificación del comportamiento
Con objeto de poder extinguir este tipo de comportamiento resulta esencial un programa de no recompensa.
Morgan seguía necesitando una cantidad ingente de estimulación tanto física como mental por lo que ofrecer actividades alternativas e “ignorar“, al mismo tiempo, los comportamiento inapropiados fue la base de las técnicas de modificación del comportamiento utilizadas.
Se le fue cambiando gradualmente la comida en un periodo de siete a diez días por un pienso seco con una fórmula específica para un completo crecimiento. Esto permitió que se pudiera colocar la comida en cualquier parte del apartamento haciendo que Morgan tuviese que investigar para “ganarse” su comida. A medida que iba acostumbrándose a encontrarla, se iba colocando en lugares más difíciles de alcanzar. dándole a Morgan la oportunidad de “ganarse” su comida. A medida que iba acostumbrándose, el concepto de adquisición de la comida fue haciéndose cada vez más gratificante.
Se jugaba a los juegos alternativos en los momentos en los que Morgan había demostrado estar más activo utilizando para ello un juguete tipo caña de pescar que permitía agitar la presa simulada para que él pudiera cazarla, lo que permitió convertir el juego en algo totalmente independiente del cuerpo de los propietarios.
Se utilizaron cajas de cartón, bolsas de papel y tubos para construir centros de actividad modificables en los que cabía la posibilidad de entrar o trepar. Se colocaron briznas de hierba gatera (catnip) seca en varios rincones interiores para proporcionarle una recompensa alternativa (puede provocar un efecto excitante sobre determinados gatos, por lo que se utilizó con precaución, y siempre y cuando los propietarios estuvieran fuera de casa).
A estos últimos se les enseñó cómo ignorar los mordiscos agresivos, los arañazos y las carreras tras los humanos. Se les pidió que evitaran todo contacto visual y  exteriorizar o mostrar cualquier tipo de emoción. Mike se adaptó muy rápidamente pero Jill estaba nerviosa. Se llegó a la conclusión de que ella sólo podría ignorar el comportamiento si estaba lo suficientemente protegida con prendas gruesas.
Mike y Jill sólo tendrían contacto físico con Morgan cuando éste estuviera tranquilo y en reposo, lo que implicaría caricias pero únicamente durante un corto periodo de tiempo. Principalmente le animaban a que se sentara con ellos en el sofá.
Los resultados fueron gratificantes en extremo y Jill aprendió a relajarse. A Morgan se le felicitaba por sus comportamientos adecuados y empezó a convertirse en un gato activo pero “no violento” hacia los humanos. La familia se mudó a una nueva casa y Morgan disfrutó, sobre todo, de poder tener acceso al exterior.

Caso práctico Nº 2

Joey y Jessie - Gatitos nerviosos

Historial
Joey (macho) y Jessie (hembra) eran hermanos de camada, de raza europea, de aproximadamente unos cinco meses de edad. Habían nacido en el exterior, de una madre europea muy bien socializada con los humanos. No había evidencia alguna de que ninguno de los gatitos hubiera tenido contacto con humanos durante el periodo de desarrollo más sensible entre las dos y siete semanas de vida. En un primer momento fueron llevados a otra casa aproximadamente a las ocho o diez semanas de vida, donde permanecieron hasta su adopción en nueva casa. Ahora viven con Mary en una planta baja de dos habitaciones.

Problema
A pesar de haber hecho grandes progresos en su primera casa, los gatitos estaban nerviosísimos en el momento de su llegada al piso de Mary y se escondieron detrás de los muebles de la cocina e incluso se llegaron a mostrar agresivos al retirarlos de detrás del frigorífico.

Causa
Los gatitos privados durante sus primeras semanas de vida de la importante posibilidad de ponerse en contacto con diferentes situaciones pueden convertirse en adultos inadaptados y a la defensiva. Cualquier situación nueva puede producirles miedo o estrés, dado que no existe una experiencia previa que les haya enseñado una respuesta apropiada. Aunque ninguno de los dos gatitos había tenido contacto con humanos durante dicho periodo eran, por naturaleza, gatos bastante atrevidos y sociables. Mediante su exposición, gradual y cuidadosamente, a las delicias de la compañía humana y haciendo que cada interacción fuera agradable y no los violentase, tanto Jessie como Joel podrían ser capaces de aceptar cada vez mejor la presencia de Mary. Dicho proceso tenía que incluir la presencia de otras personas con el fin de asegurarse de que los gatitos no desarrollaban su confianza con un individuo en particular excluyendo a los demás. También necesitaban experimentar nuevos retos que les ayudasen a reconstruir su confianza en general.

Programa de modificación del comportamiento
Se permitió que los gatitos corretearan por la habitación, la entrada y el salón mientras que Mary estuviera en casa habiéndose asegurado previamente de que la chimenea estuviera cerrada y de que se hubiesen retirado de la zona todo tipo de posibles peligros. La cocina estaba “fuera de los límites“. Cuando Mary no estaba en casa los gatitos quedaban emplazados en la habitación con la puerta cerrada.
Se instaló un centro de actividad modular muy alto en la sala de estar, en un sitio desde el cual los gatitos pudieran ver toda la habitación y a través de la ventana. Asimismo incluía secciones en las que los gatitos pudieran esconderse en caso de sentirse vulnerables.
También se instalaron cajas de cartón con agujeros en la entrada y en la sala de estar para ofrecer a los gatitos un lugar seguro en el que esconderse cuando se sintiesen amenazados. Si pudiesen encontrar un escondite por el que mostrasen una clara preferencia, éste se respetaría y no sería molestado para poder asegurar que siguiese siendo percibido como seguro.
A Mary se le pidió que jugase con los gatitos lo más frecuentemente posible utilizando juguetes predadores a distancia tipo “caña de pescar”. No tendría que mantener contacto visual con ellos y sí animar a los gatitos a jugar dirigiendo el juguete hacia y sobre su propio cuerpo. Una vez que el gatito estuviera distraído en pleno juego, podría procederse a acariciar todas las partes de su cuerpecillo, empezando por la cabeza y desplazándose por el resto del cuerpo. También se utilizaría hierba gatera seca para atraer a los gatitos a explorar las cercanías de su cuerpo.
Una vez bien toleradas las caricias, Mary tendría que concentrarse en el concepto de contención, lo que implicaba una suave presión de agarre durante unos segundos, soltando inmediatamente y volviendo a acariciar. Este suave agarre iría progresando hasta ir cogiendo al gatito en vilo por cada vez más largos periodos de tiempo. En última instancia el objetivo consistía en poder coger los gatitos en brazos y abrazarlos contra el cuerpo.
También se le solicitó a Mary que caminase con normalidad con objeto de que los gatitos se acostumbrasen a los sonidos y movimientos de un humano adulto. Con anterioridad, Mary había estado reprimiéndose, andando de puntillas,  y eso había ido creando tensión en el ambiente en lugar de dar seguridad a los gatitos.
En caso de que cualquiera de ellos respondiera con actitud temerosa, ella tendría que ignorar al gatito en cuestión para evitar reforzar la emoción negativa. También se le enseñó a que dejara que fuesen los gatitos los que tomaran la iniciativa de acercarse a ella, y no  viceversa.

Resultados
Después de ocho semanas de programa ambos gatitos estaban ya acostumbrados a la gatera (cat flap) y estaban fuera durante cortos periodos de tiempo mientras Mary estaba en casa. Se le fueron aproximando en busca de atención cada vez con más frecuencia y ¡Joey hasta se convirtió en un gato mimoso!

Caso práctico Nº 3

Daisy y Puff - Inadecuada micción/defecación en interior

Historial
Daisy y Puff son dos hembras de Abisinio de cinco meses de edad. Las gatitas se habían adquirido con doce semanas de edad para una gran casa de seis plantas en el centro de Londres. Estaban destinadas a ser gatas de interior, con libertad de movimiento por toda la casa en un principio y con un solo arenero en la cocina.

Problema
A los pocos días hubo un incidente aislado de micción en la alfombra del cuarto de baño de la cuarta planta. No hubo más “accidentes” hasta que, aproximadamente un mes más tarde, una de las gatitas orinó en el edredón de la habitación principal durante un juego de lo más excitante. Desde entonces, una o ambas gatitas habían orinado o defecado en diferentes camas y alfombras. Se limitó entonces la presencia de las gatitas a la cocina, el comedor y la zona del sótano mientras que se instaló un arenero adicional en la cocina. Siguieron haciendo sus necesidades en áreas con alfombras del sótano utilizando, ocasionalmente, el arenero.

Causa
La propiedad en cuestión era, en conjunto, extremadamente grande en cada una de sus plantas y, el hecho de permitir la libre circulación de las gatitas a tan temprana edad había dado lugar a que se encontraran en situaciones en las que sentían la necesidad de orinar y defecar sin disponer de un acceso cómodo a un adecuado arenero. En semejantes circunstancias, la mayoría de los gatos controla sus hábitos y parece tener un profundo deseo interno de ubicar un lugar adecuado en el que dejar sus deposiciones.
Sin embargo, los gatitos jóvenes no disponen del mismo grado de control sobre sus funciones de aseo y los “accidentes” parecían ser un resultado inevitable. El hábito de utilizar un arenero con contenido granulado no parecía ser tan instintivo en aquellas gatitas y, en vez de continuar eliminando apropiadamente, eligieron volver a lugares y superficies alternativas, llevadas por el desarrollo de un nuevo hábito.

Programa de modificación del comportamiento
El objetivo de dicho programa consistía en poner a su disposición areneros tan accesibles y atractivos como fuera posible. También resultaba necesario asegurarse una firme fijación del hábito de utilizar dichos areneros antes de ir devolviendo a las gatitas, gradualmente, el acceso al resto de la propiedad. Las gatitas fueron confinadas a la cocina y al sótano durante ocho semanas.
En una de los areneros se colocó material granulado y en el otro se puso el material original para poder controlar sus preferencias en caso de que las hubiere. Se quitaron las bolsas de plástico de los areneros porque parecían estar causándoles cierta desazón cuando hurgaban en la arena y sus patitas quedaban enganchadas. Dos veces al día se retiraba la arena sucia y los excrementos y se cambiaba todo el conjunto una vez por semana.
También se les ofreció un arenero cubierto para ver si les resultaba más atractivo. Se colocaron dos areneros en la cocina y uno en el sótano, todos ellos bien alejados de la zona de alimentación.
Las zonas de las alfombras y de las camas que se habían ensuciado previamente se lavaron con gránulos de Odourzorb de Animalcare (no disponible actualmente). Allá donde fue posible, las alfombras estropeadas se levantaron y la parte inferior y el suelo fueron tratados de la misma manera. En las zonas sucias se movió el mobiliario para poder cambiar la apariencia del lugar y evitar el acceso de las gatitas.
Se siguieron recomendando las bolsas de papel y las cajas de cartón para ofrecerles interés y entornos cambiantes que estimularan la exploración y se animó a la familia a que jugase con las gatitas.

Resultados
Las gatitas volvieron a adquirir una rutina de comportamiento de eliminación aceptable, mostrando sus preferencias por el arenero cubierto de la cocina y el descubierto del sótano. También utilizaban con más frecuencia la arena de granulado fino así que los tres areneros pasaron a contener dicho material. Poco a poco se fueron abriendo otras zonas para las gatitas, empezando por las escaleras a las cuatro plantas superiores. Finalmente tan sólo se dejaron cerradas tres puertas (correspondientes a las habitaciones para acontecimientos formales y la habitación principal) y las gatitas pudieron tener acceso al resto de habitaciones. El segundo arenero de la cocina se colocó en la última planta para evitar cualquier retroceso a una micción y defecación no adecuadas. Daisy y Puff son ahora adultas y utilizan sus areneros con toda normalidad.

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