La interacción con el gato

 
 

La actual relación gato/propietario es compleja. Mucha gente considera  a sus mascotas como miembros de su familia y algunas decisiones tales  como las vacaciones o el mudarse de casa están basadas en el bienestar del gato. Así, ya en 1985 una encuesta mostró que el 99% de dueños de perros  y gatos consideraban a sus mascotas como miembros de su familia y el 97% hablaba con ellos al menos una vez al día.  

¿Sustitutos de los hijos?
Durante años, muchos estudios han clasificado a perros y gatos como “sustitutos de los hijos”. Algunos propietarios describen su relación con sus gatos como muy cercana a una relación materno-filial; algunos, en ocasiones, hablan con su gato como lo harían con un niño, y otros hablan con ellos exclusivamente de esta forma.

Sin embargo, basarse únicamente en estos datos para describir la relación con las mascotas como una sustitución de los hijos es una simplificación excesiva e ignora muchos otros factores importantes. Los propietarios  solo están indicando que el gato satisface algunas de sus necesidades. “Ser como un hijo” para su propietario significa que el gato satisface una necesidad que  esa persona tiene de cuidar de alguien que dependa de él.  En general, los perros y gatos son vistos más como amigos íntimos, y la mayoría de nosotros  diría que perciben nuestro estado de ánimo.

Aunque no es algo malo que los dueños cuiden tanto a sus animales es importante mantener un equilibrio saludable. La relación propietario/mascota debe redundar en beneficio y placer para ambas partes y no exclusivamente en satisfacer las necesidades emocionales del propietario. Los factores que contribuyen a que un propietario esté muy apegado a su gato son muchos y muy variados, pero algunos como vivir solo, no tener niños o estar necesitado de apoyo emocional son  los principales. En general, cuanto mayor es el estado de ansiedad y conflicto en una persona, mayores serán sus demandas en la relación. Si bajo estas circunstancias las necesidades emocionales del gato son reprimidas o ignoradas en favor de los intereses del propietario, la relación suele ser menos satisfactoria tanto para el gato como para el propietario. Tras muchos problemas de comportamiento felino subyace el hecho de haber supuesto que el gato sería capaz de satisfacer las necesidades psicológicas de su dueño.

¿Cómo ve el gato a su propietario?
Si miramos la relación gato/propietario desde el punto de vista del gato probablemente es correcto asumir que nos ven como a un igual en el plano social, ¡más que como alguien  a quien obedecer y venerar! No obstante, el comportamiento del gato variará dependiendo de su estado de ánimo y de las circunstancias, así como de su edad; la respuesta a la interacción  con el propietario es diferente en un gatito, en un gato joven o en un adulto. Además, si hay más de un gato en la casa, se puede observar que compiten entre ellos por la atención del propietario; más que un compañero sería un recurso más, especialmente si se trata de impedir que sean los demás gatos los que accedan a él.

Desafortunadamente no todos los gatos responden a las demandas emocionales con la misma firmeza. Demasiada atención y demasiado tiempo en mutua compañía pueden crear tal dependencia que el gato se sienta incapaz de hacer nada sin el apoyo de su dueño. Estos gatos se sienten angustiados cuando sus propietarios están ausentes y este tipo de dependencia no hace a nadie verdaderamente feliz.

Deje que el gato lleve las riendas
Al gato se le debe permitir ser  gato y debería ser él quien decidiera, como norma general, el tipo y la cantidad de la interacción con sus dueños.  Dedicar, al menos,  una parte del día a actividades típicamente felinas mantiene el espíritu felino activo, así que alentar al gato a jugar, explorar, patrullar, trepar y saltar es  un magnífico hábito que todos deberíamos adoptar.

¿Habla usted el idioma de su gato?
Todos los dueños creemos tener una percepción especial de los pensamientos de nuestro gato, pero, ¿realmente nos comunicamos con ellos? ¿Entienden los gatos lo que les decimos? ¿Entendemos lo que ellos nos dicen?

La belleza de la relación gato/propietario reside en que funciona bastante bien a pesar de carecer de un lenguaje común. El gato puede estar pidiendo algo específico, el dueño malinterpretarlo, pensar que está demandando algo completamente diferente  y actuar en consecuencia, con lo que su respuesta no satisfará la petición del gato; aunque, asombrosamente, esto nunca parece suponer demasiado problema para el gato. Si el gato ha percibido que el dueño es receptivo seguirá intentándolo hasta que consiga hacerse entender. ¡Realmente son muy tolerantes con nuestra ignorancia!

Los gatos también aprenden nuevos comportamientos en el transcurso de estos episodios de comunicación fallida con sus dueños. El aprendizaje es consecuencia de obtener consecuencias positivas tras determinadas acciones; por ejemplo si el gato llega maullando a la cocina (con la única intención de advertirnos de que hay un intruso en el jardín) el propietario puede interpretar que el gato quiere comida. Si esto se repite alguna vez más el gato  aprenderá que si maúlla en la cocina le darán comida, así que se convertirá en una demanda habitual. El riesgo es que esto lleva a sobrealimentar al gato y a que sufra exceso de peso, con todas las implicaciones para la salud que eso conlleva.

Moraleja: cada miau no es una petición de alimento… ¡Al menos, no al principio!

No finja, no sirve de nada
Los gatos parecen ser muy hábiles en la identificación de nuestras señales no verbales, especialmente si estas suponen un cambio en nuestro comportamiento habitual o si de alguna forma nuestra actitud les parece peligrosa. Como supervivientes solitarios, los gatos necesitan ir un paso por delante cuando se trata de identificar una amenaza en su entorno cercano.

De alguna manera, por muy bien que intentemos fingir, los gatos intuyen cuándo estamos tratando de engañarlos. Los gatos siempre saben cuándo estamos preocupados o enfadados, porque sutiles cambios en nuestro lenguaje corporal dejan al descubierto nuestros verdaderos sentimientos.

Esto nos conduce a la primera regla de comunicación con el gato: el gato siempre conoce las verdaderas intenciones y el estado de ánimo de su dueño, así que no se moleste en fingir. Recuerde esto la próxima vez que se acerque a su gato, como si no pasara nada, con una pastilla antiparasitaria escondida en el bolsillo. Su gato se dará cuenta de sus verdaderas intenciones porque su lenguaje corporal lo delatará. El secreto consiste en convencerse a uno mismo de que no hay ningún problema, con lo cual pareceremos relajados y mucho menos amenazantes.

El “idioma felino”
Los gatos se comunican entre ellos, cuando están frente a frente, mediante una combinación de posturas corporales, movimientos y posición de cabeza, orejas y cola. Algunos gestos son muy descriptivos, pero otros suponen cambios tan sutiles que  a los ojos humanos pasan fácilmente desapercibidos, así que tenemos que aprender a reconocer e interpretar el lenguaje corporal del gato. Cada vez que un gato hace algo lo hace por una razón específica, aunque a primera vista nos pueda parecer falto de sentido. La próxima vez que su gato se le acerque o intente llamar su atención trate de “pensar como un gato” antes de suponer que sabe lo que le está comunicando.

Los gatos vocalizan (emiten varios sonidos) ypor diferentes motivos: para saludar a sus dueños cuando vuelven a casa, para indicarnos su estado de ánimo, alertar al propietario de un potencial peligro o para pedirnos algo. También los utilizan como advertencia para disuadir al propietario de hacer algo que no le agrada. Cuando el gato regresa a casa tras una excursión por el exterior a menudo emite un sonido particular para hacernos saber que ha vuelto a casa con una presa. Un “grrr” (un sonido similar al gorjeo de un pájaro, cuya onomatopeya en inglés es “chirruping”) es un saludo amistoso, un sonido de bienvenida al dueño cuando llega a casa o cuando el gato vuelve del jardín. Si el gato saluda educadamente, debemos corresponder con respuesta igualmente adecuada; el problema es que la respuesta adecuada varía- en función de la personalidad del gato- entre una escueta respuesta verbal ( Hola gatito ) y cogerlo en brazos para darle  un “achuchón”. Si no sabemos lo que el gato espera como respuesta, lo mejor es ver su reacción: si lo cogemos en brazos y el gato se esfuerza en escapar está claro que no es lo que el gato quería.    

El uso de la vocalización es un comportamiento que se aprende; si el gato maúlla y  a menudo obtiene una respuesta o gratificación de su dueño, entonces este comportamiento se repetirá. Algunos gatos emiten el mismo sonido independientemente de lo que pidan, pero intentan mostrarnos el objeto de su petición (por ejemplo la puerta de salida o el armario de la comida) colocándose a su lado y mirando directamente al propietario, o a aquello que desean obtener. Si lo que intentan es alertarnos de un peligro, habitualmente maúllan mientras van de un lado a otro, normalmente de una ventana a otra  puesto que la posible amenaza se ha detectado en el exterior del hogar.

El gato se frota como parte de su comportamiento de marcaje; a menudo el gato frota su cuerpo contra las piernas del dueño mientras lo saluda o espera que le ponga su comida. El gato no espera respuesta a este comportamiento y frecuentemente el propietario se siente confundido al interpretar que el gato solicita su atención y sin embargo lo rechaza  cuando se agacha para acariciarlo.

Otra malinterpretación muy habitual del lenguaje corporal felino es creer que el gato quiere que le acariciemos la barriguita cuando se tumba  “panza arriba” frente a nosotros. Este tipo de actitud generalmente indica una de estas dos cosas: el gato manifiesta que se siente seguro  y confía en su dueño o es una señal que entre gatos significa ¡“Quiero jugar a pelear”!. En ambos casos, extender la mano hacia su punto más vulnerable suele tener como respuesta que la atrapen, arañen, pateen y la muerdan.

El juego como manifestación del cariño
Los humanos tendemos a creer que el cariño solamente se manifiesta con abrazos y caricias. Desgraciadamente, para la mayoría de los gatos, este tipo de comportamiento suele generalmente percibirse como un acoso y una  intromisión intolerable en su intimidad.  

Una buena manera de manifestar el cariño y crear lazos de afecto con el gato  es dedicar algún tiempo a jugar con él. El juego imita el patrón de comportamiento asociado a la caza y captura, un comportamiento instintivo indeleblemente grabado en el cerebro del gato y que les resulta muy gratificante. Es un ejercicio físico y mental que parece crear adicción: cuanto más juega el gato, más disfruta del juego y más le apetece jugar.

Los propietarios atareados suelen jugar con su gato de forma aleatoria, cuando se les ocurre y les apetece hacerlo. Pero los gatos son animales de costumbres,  amigos de la rutina, con patrones definidos de actividad diaria que se desvían muy poco de su horario habitual. Es  muy poco probable que su gato tenga interés en jugar a media tarde si normalmente ese horario lo reserva para dormir o descansar, pero si su gato siempre tiene una “media hora loca” de hiperactividad a las 9 de la noche ese sería el  momento adecuado para planificar el juego. El horario de juego debe ser predecible para el gato para que pueda incluirlo en su rutina diaria de actividad.

En realidad, el tiempo de juego no tiene porqué ser largo; de hecho lo recomendable es que sean periodos breves y frecuentes de actividad intensa. Cinco excitantes minutos, seis veces al día, persiguiendo el extremo de un juguete tipo “caña de pescar” son mucho más efectivos y gratificantes que media hora seguida agitando un ratón de peluche ante la nariz de un gato aburrido. 

Normas básicas de urbanidad y buena educación en el mundo felino
Finalmente, si de verdad desea complacer a su gato siga estas sencillas y prácticas reglas:

  • Dejar que sea el gato el que marque el ritmo de la relación con su dueño. Siempre debe ser el gato quien dé el primer paso.
  • No moleste al gato cuando está dormido o descansando.
  • Hágase el desentendido si su gato está en un lugar elevado (por ejemplo en una estantería o en lo alto del armario). En ese momento eso respetará su deseo de vigilar sin ser visto.
  • Un área privada de descanso no es privada si molestamos al gato cuando está en ella; debemos respetar la intimidad de su refugio.
  • “Menos es más” en el mundo felino: no se exceda con las caricias.
  • No se quede mirando a su gato cada vez que este entre en la habitación: a la mayoría de los gatos les gusta sentir que pueden moverse con libertad, sin ser siempre el centro de atención.

 

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